Introducción
El topónimo Albudeite (Al-Budayd = "la del agua escasa") lo documentamos por primera vez el 25 de julio de 1296, en un escrito de Jaime II de Aragón, dado en el sitio de Elche, en el cual se cita a los alcaides del castillo de Alhama, de Librilla, Abanilla, las Alguazas y de Albudeite.
Edad Media
La escasa presencia de la localidad en la documentación conocida del siglo XIII, y aún en la de la mayor parte del siglo XIV, nos referencia claramente la escasa entidad de su población, englobada posiblemente en el término jurisdiccional de Mula, con muy pocos vecinos debido a la pobre base económica que la sustentaba, aunque protegida ya por un castillo, como lo prueba el documento citado de Jaime II, donde consta la existencia de un alcaide o jefe militar de la fortaleza.
La existencia de fértiles terrazas en las orillas del río Guatazales, hoy río Mula, a las que no faltaba el riego por los aportes perpetuo del manantial de Los Baños, explica que se formase un núcleo de población. Éste se coronaba con un pequeño castillo, que debido a la escasez de terreno urbano hizo que prácticamente murallas y edificaciones quedaran absorbidas por las edificaciones, algunas de ellas levantadas aprovechando la segura cimentación y contrafuerte que le facilitaron los restos históricos.
Jurisdiccionalmente, Albudeite comenzó vinculada a Mula, ya que necesitaría la tutela de un vecino fuerte que garantizase la pervivencia de sus moradores ante incursiones enemigas. Las peripecias históricas de aquellos tiempos están íntimamente ligadas a la suerte de la capitalidad comarcal.
Parece ser que Albudeite logró separarse de Mula en tiempos de la dominación musulmana, aprovechando unos periodos de debilidad que surgieron tras el levantamiento de Ibn Hud o, cuando Mula se resistió por las armas a la ocupación castellana, siendo arrebatado éste territorio y dado en señorío a algún destacado integrante de las huestes que acompañaban al Príncipe don Alfonso.
En 1264, los mudéjares murcianos se rebelan contra el ya coronado rey Alfonso X el Sabio, pero son dominados, y el monarca castellano intenta repoblar con huestes cristianas la Vega Alta del Segura y Mula, aunque Albudeite, metida entre las barrancas y cárcavas de la desolada planicie, se mantiene al margen de los conflictos, permaneciendo con mayoría musulmana hasta el reinado de los Reyes Católicos.
Convertido ya en señorío independiente, Albudeite junto con un territorio anejo denominado Levadura, debió pasar a don Manuel, Infante de Castilla y de León; de él a su hijo el escritor don Juan Manuel (1282-1348); y éste lo cedería a su hijo natural Sancho Manuel en 1343. Pero, al tener que pagar un censo anual de mil maravedís por la compra de otros territorios próximos, Sancho Manuel enajena su heredad, que es adquirida por Pedro López de Ayala, adelantado del Reino de Murcia en el reinado de Alfonso XI en tiempos de Pedro I de Castilla.
En 1401 aparece como señora de Albudeite doña Aldonza Fajardo y Ayala, mujer perteneciente a una poderosa familia nobiliaria castellana que se mostró dispuesta a defender la jurisdicción de su señorío frente a las ambiciones de los concejos vecinos, a quien el Concejo muleño permite que los moradores de Albudeite podían entrar libremente con sus cabezas de ganado y aprovecharse de los pastos y matorrales, así como sacar provecho de las riquezas forestales, acuíferas, cinegéticas y de labranza, a cambio de que doña Aldonza entregase cinco florines de oro del cuño de Aragón cada año por la festividad de San Juan.
Edad Moderna
A finales de 1501 los habitantes musulmanes de la aldea se convirtieron al cristianismo y fueron bautizados. Por la pobreza de los moradores la mezquita se habilitó como templo de culto católico.
El señorío de Albudeite se nos presenta a mediados del siglo XVI como señorío jurisdiccional y solariego; con las facultades inherentes a ambas instituciones en cuanto al goce de todas las funciones públicas: justicia civil y criminal, mero y mixto imperio, facultad para imponer multas y cobrar pechos, derechos, tributos, rentas y cuanto podía exigir a sus vasallos mudéjares y cristianos; dominio solariego en cuento a la propiedad de bienes comunales, pastos montes, aguas, caza, pesca, leña, huertos propios, monopolio de molino y horno, fortaleza, con los tributos de ella derivados. El Señorío era además hereditario con facultad de división y venta, por cuanto no tenía establecido mayorazgo. Con todo esto, el señorío de Albudeite contaba poco en el orden político, tanto por la corta extensión territorial con zonas poco fértiles, salvo su huerta, dado el aprovechamiento de las aguas del río Mula, como por la escasa población mudéjar y mínima cristiana. A pesar de ello, Albudeite surge en la esfera política del reino murciano con cierto protagonismo como consecuencia de la ambición política de su señor Juan de Ayala.
Con motivo de la expulsión de los judíos vino encargado a Albudeite don Luis de Guzmán, con su esposa doña Isabel de Molina y, fuera por el clima o por otro motivo, decidieron quedarse a residir en la villa y en 1510 los heredero de López de Ayala venden la villa al señorío de Guzmán, alcanzándose la cifra de 856.300 maravedíes que integran “ ... con su fortaleza, horno e molino e con todos los vasallos e términos e justicia civil e criminal, alta baxa; e mero mixto imperio e con todo lo demás”.
El 26 de octubre de 1510 y con carácter extraordinario se reunía el Concejo de Albudeite en el porche existente ante la puerta de su iglesia, ante el concejo se presentaron Luis de Guzmán y Luis de Peralta, éste con poder y como procurador de Juan ý María de Ayala, quien dio lectura a la carta de venta del señorío hecha por ambos hermanos a Luis de Guzmán e Isabel Molina, con toda su jurisdicción, mero y mixto imperio, justicia civil y criminal, castillo, horno, molino y cuantos derechos correspondieran al señorío. Seguidamente, el concejo por sí y por todos los vecinos de la villa recibió a Luis de Guzmán por señor otorgándole la posesión de la villa con todos los honores y, prestándole obediencia, entregaron las varas de justicia de los alcaldes ordinarios, alguacil y alcalde de la Hermandad. Comienza a crecer el municipio y en 1530 se censan 58 vecinos que en 1560 ascienden ya a 84, cifra importante si tenemos en cuenta las continuas emigraciones y trasiegos humanos, las epidemias de peste, las bajas de las guerras, la escasez de las cosechas en los años malos, obligan al hombre a marcharse en busca del sustento familiar.
La orden firmada por Felipe III expulsando a los moriscos, con la clara incidencia en los del Reino de Murcia, afecta sensiblemente a los de Albudeite, que contaba con 86 de ellos, totalmente identificados con la tierra y tras varias generaciones de albudeiteros sin tacha. Esta orden, de 1610, se ve reiterada en 1613, incluyendo a los moriscos. La dispersión de los moradores es inmediata ante la amenaza de expulsión. A pesar de esto, no quedó despoblado Albudeite, que paso a paso consigue rehacer sus huertas y afirmarse en el territorio.
En el siglo XVIII (31 de agosto de 1711) José Puxmarín Fajardo Dávalos y Guzmán, a la sazón señor de la villa, logra de la Corona que le reconozca el título de marqués de la villa de Albudeite, previa cancelación del vizcondado del mismo nombre. A partir de entonces el escudo del municipio, partido en dos, lleva las armas de los dos apellidos que aportó el marques: la montaña y la flor de lis, y las matas de ortigas sobre el mar, de los Fajardo.
Mientras tanto el pueblo conoce un gran desarrollo demográfico, a pesar de la peste, que en los primeros años del siglo XVIII acusa su recibo con cierta frecuencia. Al final del siglo se estabiliza, debido a la falta de correspondencia entre el aumento de población y el desarrollo de la producción agrícola y ganadera.
Edad Contemporánea
Tras vicisitudes derivadas de los conflictos nacionales, situación de precariedad en los suministros de víveres, epidemias, censos... se llega a los siglos XIX y XX en los que de los albudeiteros se centra en mejorar su agricultura y potenciar artesanales derivadas del esparto, en las que han sido auténticos maestros.
Los primeros años del siglo XIX transcurren entre el sueño y la realidad. Las ideas liberales han prendido fácilmente en sus habitantes, que sueñan un mundo libre de ataduras señoriales y mejoría del nivel de vida, sólo con la aplicación de la Constitución de Cádiz. El correo murciano de 29 de junio de 1822 afirma que “Albudeite es un pueblo de los más constitucionales de España”, y cuando ha sido necesario que lo manifieste, lo ha verificado enérgicamente.
Con la extinción de los señoríos, preconizada en las Cortes de Cádiz y llevada a cabo con el triunfo liberal tras la muerte de Fernando VII, se logra la libertad de jurisdicción, aunque de hecho continúan las cargas en las tierras propiedad del marquesado.
En Albudeite estos acontecimientos ocasionaron fuerte conflictividad cuando sus gentes dejaron de pagar aquellos viejos derechos. Los pleitos se alargaron durante décadas, pues la justicia se decantó a favor del marques. En 1873, el titular de la villa era Ignacia Belmuy Yvalda, que recibe del ayuntamiento y los mayores contribuyentes 5.500 reales por sus derechos al octavo de los frutos. Ese año se le intentaron comprar esos derechos, pero no se logró hasta 1875, año en que por fin Albudeite consiguió sacudirse ese pesado yugo señorial, si bien a costa de pagar una importante suma.
En 1875 con la instauración de la Monarquía, dimitía el Ayuntamiento en pleno, tomando el poder el Partido Alfonsino, cuyo presidente ostentó entonces la vara de alcalde. La lucha política entre conservadores y liberales llevó a la localidad a extremos de enfrentamientos físicos importantes. “El Diario de Murcia” decía al respecto que en el distrito se hacían rondas o partidas de la porra que habían convertido la zona en un campo de batalla, a lo que Juan de la Cierva replicaba que se trataba de una persecución anónima de electores independientes. Por su parte, el candidato liberal, Clavijo, decidió visitar Albudeite. Las elecciones de 1898 fueron anuladas y en segunda intentona, De la Cierva y sus conservadores se hicieron con el poder.
Los últimos años del siglo acusan la tendencia a estabilizarse. Los 219 vecinos de 1807, que ascienden a 333 por los años 40. En 1900, la población de Albudeite es de 1300 habitantes, que viven prácticamente de la agricultura, de ahí que tenga tanta importancia de primer orden el mantenimiento de sus aguas. Durante la segunda década del siglo XX la población asciende a 1560 habitantes.
En 1900, la población de Albudeite es de 1300 habitantes, que viven prácticamente de la agricultura, de ahí que tenga tanta importancia el mantenimiento de sus aguas.
En los primeros años del siglo XX, Albudeite va a estar regido hasta 1903 por Francisco González Peñalver, un edil de talante conservador que, al igual que sus sucesores tuvo que afrontar el mayor problema con que se encuentran los ayuntamientos de estos años: la recaudación de fondos para hacer frente a los gastos que necesita el municipio. La asistencia sanitaria en la localidad es muy deficiente puesto que el médico no es residente sino que tiene que visitar la villa desde otra población. La construcción de la carretera y el arreglo de caminos vecinales aliviarían sensiblemente el paro agrícola que en esos momentos se padecía por culpa de una pertinaz sequía.
Al término del primer cuarto de siglo, Albudeite ya disponía de la instalación de alumbrado eléctrico en las calles y contaba con una estación telefónica, cuya construcción había sido respaldada por todo el vecindario y, muy especialmente, por los comerciantes de cítricos y frutas.
En materia de elecciones, el 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones comicios municipales. Los candidatos republicanos triunfaron en casi todas las capitales de provincia, interpretándose su éxito como un auténtico plebiscito a favor de la República. A los pocos días, el 16 de abril, se recibía un telegrama en el consistorio de Albudeite del Ministerio de la Gobernación para que se constituyese el nuevo Ayuntamiento, atendiendo a los resultados de las elecciones, salvo que se formulasen protestas, en cuyo caso el tema quedaría en suspenso. Un mes después, se dispone una nueva elección de concejales a causa de las protestas efectuadas con respecto a los anteriores. Así el 31 de mayo es elegido el nuevo alcalde.
En 1936, cuando Albudeite contaba con 1.809 habitantes, dio comienzo una terrible Guerra Civil que duraría tres largos años. Durante ese tiempo su alcaldía pasaría por varias manos. En esos momentos, el principal problema para Albudeite era, como para otros muchos municipios del país, el abastecimiento alimentario. Las escasas lluvias y el mal tiempo impidieron la cosecha de trigo y otros cereales en la localidad.
Recién acabada la contienda civil y durante los primeros años de postguerra la situación económica de muchas familias fue extremadamente difícil. De hecho, en julio de 1940 asistían al comedor de Auxilio Social ciento cuarenta personas, una décima parte de la población. Además, hubo que añadir un brote de paludismo que se fue intensificando en los meses de verano. En noviembre todavía no se había controlado por completo la situación, prueba de ello es que tuvieron que suministrar quinina a los obreros que trabajaban en la rambla. Si bien la fase más virulenta de la epidemia pasó, durante los años siguientes Albudeite no consiguió verse completamente libre de fiebres palúdicas. De hecho, todavía en 1943 se proveía al pueblo con 2 Kg de quinina.
Durante esos años, eran muy frecuentes las peticiones de informes políticos por parte del gobierno provincial. Además, fue prohibida la apertura de bares y la realización de espectáculos públicos en Semana Santa. A mediados de la década, el ambiente social todavía no está distendido y aún existía la Junta Local de Libertad Vigilada, por lo que algunas personas tienen que pasar revista el primer día de cada mes. Es imprescindible solicitar por escrito traslado temporal de residencia aunque sea para trabajos de siega en provincias limítrofes. Se prohíbe después de las diez de la noche que ningún liberto circule por la calle a no ser por una urgencia. Permanece la prohibición de visitar tabernas, cafés, o establecimientos públicos.
A mediados de siglo, la principal preocupación de los dirigentes locales era la mejorar la instrucción entre la población siendo para ello necesario la adecuación de las instalaciones educativas de la localidad. En 1950 se solicitó al Ministerio la construcción de unas escuelas y cuatro viviendas para maestros. En mayo de ese año, Albudeite se sumó a la campaña nacional contra el analfabetismo cuya ordenanza incluía: escolarización obligatoria de todos los niños en edad escolar; enseñanza reglada para adultos; implantación de la Cartilla de Escolaridad y el Certificado de Estudios Primarios. Un año después, tuvo lugar la visita del obispo de la diócesis que mostró su complacencia por el alto nivel de cultura religiosa hallado entre los escolares. En 1952, por consenso entre padres y maestros, se modificó el horario escolar partido adoptando la jornada continuada de cinco horas por razones laborales, ya que los niños ayudaban por las tardes a sus mayores en el trabajo del esparto. Al curso siguiente se evaluaron los resultados del horario escolar continuado, comprobándose una mejora del 20% de aumento en la asistencia con respecto a la jornada partida y una total normalización por lo que respecta a los escolares del tercer período, que anteriormente apenas asistían. Sin embargo, y a pesar de tan importantes resultados, el grupo de padres que pedían la vuelta a la jornada partida logró su propósito. En septiembre de 1952 comenzaron las obras del nuevo colegio que se prolongaron terriblemente en el tiempo hasta que por fin pudo ser inaugurado, con el nombre de Grupo Escolar Ntra. Sra. de los Remedios, el 15 de noviembre de 1956. Se nombró directora provisional del grupo de niñas se nombró a Luisa Cabello Aparici. Dos años más tarde, en 1958, fue nombrado director del centro Juan Pedro Blanco Hermosilla.
En la década de los 60, Albudeite alcanza su máximo histórico poblacional: 1.804 habitantes. Sin embargo, la búsqueda de una mejor vida llevó a muchos albudeiteros y albudeiteras a emigrar a las grandes ciudades españolas (Madrid, Barcelona) o a otros países europeos (especialmente, hacia Francia), por lo que la población empieza a experimentar un descenso a causa de la emigración. En el pueblo se inicia la instalación el agua corriente potable en la localidad.
En los años setenta y ochenta, Albudeite inicia un proceso de modernización con la pavimentación de calles, la mejora del abastecimiento de agua potable, la puesta en marcha de una depuradora y el encauzamiento del río Mula, que en octubre de 1986 a consecuencia de una riada provocó graves daños en la agricultura, viviendas, cauce del río, puentes y caminos.
Este auge continuó en la década de los noventa, realizándose importantes mejoras en infraestructura urbana (pavimentación, alumbrado, jardines, polideportivo) y otros proyectos para la mejora de los servicios municipales, como la rehabilitación de la antigua casa de Tranquilino, hoy convertida en la Casa de la Cultura “Paco Rabal”.
En los últimos años, Albudeite ha visto logrados la consecución de tres importantes aspiraciones que centraban la atención de sus dirigentes: la creación del polígono industrial “Badlands”, la construcción del pabellón deportivo y la culminación del encauzamiento del Río Mula.
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